CCS: Sueños reales...

on jueves, 14 de agosto de 2008

Lloviznaba.

Cruzábamos la reja de la salida. Eran ya pasadas las 4 de la tarde cuando decidimos irnos. El sol comenzaba a ocultarse detrás de las amenazadoras nubes. Frente a la escuela el parque poco a poco iba adquiriendo una solitaria presencia de majestuosos árboles, que se mecían violentamente al compas del viento, listos para recibir agua bendita del cielo. En unos momentos el escenario pierde su vida súbitamente, abandonando el solitario parque: Pájaros dejan de jugar y de revolotear para refugiarse en sus nidos; columpios meciéndose por si solos, vacios después de que niños los hayan dejado para correr al refugio de sus hogares; todos abandonando el parque para no ser testigos de la lluvia que se avecinaba.



Te abrazaba por la espalda y mi cabeza descansaba suavemente sobre tu hombro izquierdo, me tomabas del brazo y recargabas tu cabeza ligeramente hacia la mía. Caminábamos en medio de la calle sin inmutarnos de los rudos conductores que pudiesen llegar a nuestras espaldas o del impresionante paisaje de nubes obscuras, del viento, o de las gotas de agua que pudieran dar preámbulo a una tormenta cerrada.

Alguien caminaba con nosotros a unos cuantos pasos de distancia. No volteó la cabeza ni nos dirigió la palabra. Parecía una amiga tuya pero pudo haber sido una desconocida. Nos internamos en un callejón sin salida donde tenías que encontrar a alguien. Caminamos con mucho cuidado y nos detuvimos justo frente a la pared que indicaba el fin de la privada. De lado izquierdo había una casa vieja abandonada, sus ventanas altas, chicas y obscuras daban la impresión de que tiempo atrás era una cárcel. Frente a nosotros, la pared blanca con una inteligible inscripción en aerosol rojo que deslumbraba obvios signos de vandalismo. A la derecha, una puerta enorme de madera color marrón de una casa vieja donde tenia un letrero que decía “Propiedad de la Sra. Martínez”.


Abres la puerta y nos asombramos al descubrir arañas, hormigas, ratones, cucarachas y todo tipo de insectos y roedores saliendo de la puerta. Corremos por donde venimos y al llegar a la esquina la escena cambia completamente y nos encontramos en un campo enorme de trigo de donde no hay nadie mas que nosotros dos y un tipo alto, llamado Julián, del que solo puedo ver su silueta.




Hay pocas nubes, el cielo es azul y la mañana nítida. Se puede oler el aroma a pan recién hecho saliendo del trigo. El viento juega con los prados que parecen infinitos en el horizonte. Julián se acerca a ti para decirte que es hora de irse, y con una tristeza en tu boca que nunca antes la había visto… oigo un “Adiós”. Veo 3 maletas en el césped y mi mente no quiere aceptar lo que mis ojos están viendo. Solo se puede escuchar el viento corriendo libremente sobre el campo de oro. Nos quedamos viéndonos para ver quien se atreve a decir la última palabra. Llevas puesto un overol morado y tu distinguido cabello rojo es un mas largo del que recuerdo. Abrazas con ambas manos una libreta que has traído desde que salimos del callejón. Sin pensarlo 2 veces me acerco y te abrazo. El abrazo es reciproco, asi que te digo con una voz que no parece salir de mi “Dame una maleta tuya”, nos separamos y comprendes inmediatamente el mensaje que con los ojos quiero decirte a gritos y puedo volver a disfrutar de tu dulce sonrisa mientras afirmas con la cabeza que aceptas. Ahora ya no hay 3 maletas, ahora son muchas, de diferentes tamaños y colores, me desespero al no saber como llevármelas todas pero te acercas y me dices que solo tome la mas grande y que las demás no importan. Así que tomo la maleta café y camino contigo sobre un prado hasta llegar a un sendero. Julian ya no esta. Comenzamos a caminar otra vez, yo abrazándote por la espalda y tu recargando tu cabeza junto a la mía.